Literatura Española del Siglo XVI

 

3.- Poesía del Segundo Renacimiento

3.2.- Fernando de Herrera (1534-1597)

3.2.3.2.- Poesía heroica

CANCIÓN POR LA PÉRDIDA DEL REY DON SEBASTIÁN [Completa]

Voz de dolor, y canto de gemido,
y espíritu de miedo, envuelto en ira,
hagan principio acerbo a la memoria
de aquel día fatal aborrecido,
que Lusitania mísera suspira,
desnuda de valor, falta de gloria;
y la llorosa historia
asombre con orror funesto y triste
dende el áfrico Atlante y seno ardiente
hasta do el mar de otro color se viste,
y do el límite roxo de Oriënte,
y todas sus vencidas gentes fieras
ven tremolar de Cristo las banderas.

 

 

¡Ay de los que pasaron, confiados
en sus caballos y en la muchedumbre
de sus carros, en ti, Libia desierta,
y en su vigor y fuerzas engañados,
no alzaron su esperanza a aquella cumbre
de eterna luz; mas con soberbia cierta
se ofrecieron la incierta
vitoria; y sin volver a Dios sus ojos,
con yerto cuello y corazón ufano
sólo atendieron siempre a los despojos!
Y el santo de Israel abrió su mano, [Isaías, XIII, 9]
y los dejó, y cayó en despeñadero
el carro, y el caballo y caballero.

 

Isaías

13:9 He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores.

 

Vino el día cruel, el día lleno
de indinación, de ira y furor, que puso
en soledad y en un profundo llanto
de gente, y de plazer el reino ajeno.
El cielo no alumbró, quedó confuso [Isaías, XIII, 10]
el nuevo sol, presago de mal tanto;
y con terrible espanto
el Señor visitó sobre sus males, [Isaías, XIII, 11]
para humillar los fuertes arrogantes,
y levantó los bárbaros no iguales, [Isaías, XIII, 17-18]
que con osados pechos y constantes
no busquen oro, mas con crudo hierro
venguen la ofensa y cometido yerro.
13:10 Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor.
13:11 Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. 

13:17 He aquí que yo despierto contra ellos a los medos, que no se ocuparán de la plata, ni codiciarán oro. 
13:18 Con arco tirarán a los niños, y no tendrán misericordia del fruto del vientre, ni su ojo perdonará a los hijos. 

Los impios y robustos, indinados,
las ardientes espadas desnudaron
sobre la claridad y hermosura
de tu gloria y valor; y no cansados
en tu muerte, tu onor todo afearon,
mesquina Lusitania sin ventura;
y con frente segura
rompieron sin temor con fiero estrago
tus armadas escuadras y braveza.
La arena se tornó sangriento lago,
la llanura con muertos, aspereza;
cayó en unos vigor, cayó denuedo,
mas en otros, desmayo y torpe miedo.

 

 

¿Son éstos por ventura, los famosos,
los fuertes y belígeros varones [Baruc, III, 16]
que conturbaron con furor la tierra,
que sacudieron reinos poderosos,
que domaron las hórridas naciones,
que pusieron desierto en cruda guerra
cuanto enfrena y encierra
el mar Indo, y feroces destruyeron
grandes ciudades? ¿Do la valentía?
¿Cómo así s' acabaron y perdieron
tanto heroico valor en solo un día;
y lejos de su patria derribados,
no fueron justamente sepultados?

 

Baruc

3:16 ¿Dónde están los jefes de las naciones, los que dominaban las bestias de la tierra
3:17 y se divertían con las aves del cielo; los que atesoraban la plata y el oro, en los que los hombres ponen su confianza, y cuyas posesiones no tenían límite;
3:18 los que trabajaban la plata con tanto cuidado, que sus obras sobrepasan la imaginación?
3:19 Ellos han desaparecido, han bajado al Abismo, y han surgido otros en su lugar.

Tales fueron aquestos cual hermoso
cedro del alto Líbano, vestido
de ramos, hojas, con ecelsa alteza;
las aguas lo criaron poderoso,
sobre empinados árboles subido,
y se multiplicaron en grandeza [Daniel, IV, 10,ss]
sus ramos con belleza;
y, extendiendo su sombra, se anidaron
las aves que sustenta el grande cielo,
y en sus hojas las fieras engendraron,
y hizo a mucha gente umbroso velo;
no igualó en celsitud y hermosura
jamás árbol alguno a su figura.

 

Daniel

4:10 Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. 
4:11 Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. 
4:12 Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne. 

Pero elevóse con su verde cima,
y sublimó la presunción su pecho,
desvanecido todo y confiado,
haciendo de su alteza sólo estima.
Por eso Dios lo derribó deshecho,
a los impios y ajenos entregado,
por la raíz cortado; [Daniel, IV, 13-14]
que opreso de los montes arrojados,
sin ramos y sin hojas, y desnudo,
huyeron dél los ombres espantados,
que su sombra tuvieron por escudo;
en su rüina y ramos, cuantas fueron
las aves y las fieras se pusieron.

 

4:13 Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. 
4:14 Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. 
Tú, infanda Libia, en cuya seca arena
murió el vencido reino Lusitano,
y se acabó su generosa gloria,
no estés alegre y de ufanía llena,
porque tu temerosa y flaca mano
hubo sin esperanza tal vitoria,
indina de memoria;
que si el justo dolor mueve a venganza
alguna vez el español coraje,
despedazada con aguda lanza
compensarás muriendo el hecho ultraje;
y Luco, amedrentado, al mar inmenso
pagará de africana sangre el censo.
 

 

CANCIÓN AL SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA [Comienzo]

Cuando con resonante
rayo, y furor del brazo poderoso
a Encélado arrogante
Iúpiter gloriöso
en Edna despeñó vitoriöso,

y la vencida Tierra,
a su imperio sujeta y condenada,
desamparó la guerra
por la sangrienta espada
de Marte, con mil muertes no domada,

en la celeste cumbre,
es fama que con dulce voz presente,
Febo, autor de la lumbre,
cantó suävemente
revuelto en oro la encrespada frente.

La sonora armonía
suspende atento al inmortal senado;
y el cielo, que movía
su curso arrebatado,
se reparaba al canto consagrado.

Halagaba el sonido
al alto y bravo mar y airado viento
su furor encogido,
y con divino aliento
las Musas consonavan a su intento. [...]